FARMACIA DE GUARDIA.
EL MAESTRO JAPONÉS
Erase una vez, un niño llamado Pepito al que le encantaba pasar el día entero jugando en la calle con sus amigos.
-
Un día apreció un hombre desconocido y todo la
cambio.
Pepito y sus amigos mientras jugaban alegremente a la pelota,
como lo hacían de costumbre todas las tardes en un maravillosos jardín, pleno de
arboles y un césped verde, fresco y limpio.
Los niños oyeron que alguien había llamado ala puerta. Se
quedaron todos sorprendidos, quietos, sin mover ni la puntilla de un pie, por que el castillo
donde vivía Pepito con sus padres, estaba muy alejado de la ciudad de Japón y
pocas veces aparecían visitas.
Pepito dijo. - ¡¡
vamos a ver quien es !!. El mayordomo del castillo abrió la puerta y se encontró
plantado un hombre con una larga barba blanca que le llegaba casi al suelo y
vestido con ropa, corriente y sencillo. Pepito al ver el hombre, lo contemplo con
ojos de emoción.
-
Buenos días, señor - dijo
Pepito. Saludando a un hombre de aspecto japonés.
¿ Ha venido a ver a
mi padre, el rey Gustavo ?. – Buenos días
alteza real, dijo el japonés.
-
No, no, yo he venido a verle a usted. Ha partir
de hoy, yo seré tu maestro. Pepito se quedo blanco y sin sonrisa en la cara.
El japonés había tenido una reunión con los padres del joven
príncipe Pepito, para ponerlo al día y que aprendiera todo lo que un rey debe
conocer. El niño se estaba totalmente sorprendido por lo rápido que había
llegado el día.
Sebastián, el mayordomo del castillo acompaño al japonés,
para presentarle al rey Gustavo.
Aquella noche, la reina Margarita de Japón, observo a su
hijo, al príncipe Pepito que estaba muy callado y con ojos de disgustado, cosa
que su madre Margarita sabía que no era nada habitual en él. Lo arropo en la
cama, y le preguntó. – Mi querido hijo,
te estas haciendo mayor, entonces cuando tu padre y yo seamos viejecitos, el
Palacio de Japón quedará bajo tu responsabilidad. El niño le dijo a su madre… - Mamá,
yo no quiero hacerme mayor. Le respondió. La madre y reina Margarita le
respondió con cara sonriente. – Lo sé,
lo sé, mañana hablaremos y le dio un beso de buenas noches.
Al día siguiente el príncipe Pepito empezó aprender cosas
muy importantes que tenia que saber sobre su país y de todo el mundo. Pepito, empezó a conocer personas muy
importantes y ha saber como trabajaba su
padre, el rey Gustavo.
Al final entre todos, pudieron enseñarle al príncipe todo lo que necesitaba
saber para ser un buen rey.
Pasaron los años y el joven se convirtió en un hombre alto,
fuerte, inteligente y servicial llamado, Mauricio, para responsabilizarse de Japón,
ya no era aquel niño que sus amigos lo conocían como Pepito. Ahora se llamaría,
príncipe Mauricio.
Al fin, llego el día en que el maestro tenia que marcharse
del palacio, había cumplido con lo que le habían ofrecido hacer, pero el príncipe
emocionado con las lágrimas en los ojos, le dijo que se quedara. El maestro le respondió
mientras cerrando el libro despacio y con toda calma.
-
Joven, mi instancia y el tiempo que he estado
aquí, ya llego a su final como todas las cosas, no te atormentes, que te queda
mucho por hacer en el nombre de tus padres.
El príncipe, al ver como se marchaba, su maestro al que le había
cogido un cierto respeto y cariño, se hecho a llorar.
La reina Margarita le dijo. Tranquilo, Mauricio, hijo mío, cálmate. Escúchame
hijo, escúchame, mírame a los ojos y escúchame con atención, lo que te voy a
decir. Todo tiene su momento y debes saber que en la vida, nada es para
siempre. Tú época de estudios ya los has finalizado con unas excelentes notas. TU padre y yo
estamos muy felices y orgullosos de saber que has logrado lo que más nos
importaba de ti, pronto serás rey como lo fue tu padre.
Al cabo de un tiempo el príncipe Mauricio, aquel niño que de
pequeño le encantaba jugar a la pelota con sus amigos. Ahora iba a ser coronado como rey de Japón.
Muy pronto, se caso con la reina Gloria de Dinamarca y tuvieron
una hermosa niña llamada Anastasia.
Pasado el tiempo. Un día
cuando la princesa Anastasia de siete años estaba disfrutando con sus amigas en
la piscina por un momento escucho a Gregorio el mayordomo del palacio, llamar a
Anastasia. La niña salió preocupada de la piscina, se seco y se puso la ropa,
mientras el resto de sus amigas seguían disfrutando de los baños en la piscina.
Gregorio acompañó a Anastasia a la entrada del palacio y se encontró
un hombre japonés que se quedo contemplando la mirada de la joven princesa
Anastasia.
Es el ciclo de la vida, aunque las personas, o los reyes pasen, la sabiduría y el conocimiento queda para las generaciones venideras... siempre llega el momento de dejar de jugar para afrontar la vida...
ResponderEliminarUn saludo....
Que remedio nos toca... Aunque no sea de nuestro absoluto agrado, siempre se deja de jugar un día u otro. Aunque dejar de jugar, no es exactamente el gran trauma de las personas, sino el miedo a los cambios.
ResponderEliminarGracias, Llorenç
Saludos