LA LEYENDA DE SANT JORDI.
PEQUEÑO RESUMEN DE LA LEYENDA DE SANT JORDI.
Sant Jordi, San Jorge en castellano, es el
patrón de Catalunya desde 1456, y el de Aragón, pero también de Inglaterra,
Portugal, Bulgaria, Etiopía y Georgia. Se hizo famoso en toda la Europa
Medieval gracias a los milagros que de él contaba la Leyenda Aurea, un
compendio de vidas de santos y mártires recogidas por el monje Jacobo de
Vorágine en el siglo XIII, pero se sabe que ya era venerado cuatro siglos
antes.
De la famosa gesta de San Jorge
y el dragón hay
tantas versiones como lugares de veneración. En Catalunya se cuenta esta leyenda de Sant Jordi:
Según la tradición, la villa de Montblanc
estaba siendo aterrorizada por un colosal dragón. La bestia se había instalado
a las afueras del pueblo, infectando el aire y el agua con su aliento apestoso
y causando estragos entre el ganado. En su búsqueda de alimento, cada vez se
aproximaba más a las murallas, por lo que los vecinos tuvieron que buscar una
forma de mantenerlo apartado. Empezaron dándole de comer ovejas; cuando éstas
se acabaron, siguieron con los bueyes, y luego con los caballos. Y por fin no tuvieron
más remedio que sacrificar a los propios habitantes. Se metieron los nombres de
todos en un puchero, también el del rey, y el de su hija la princesa, y cada
día una mano inocente decidía quien moriría la mañana siguiente. Y una tarde la
escogida fue la princesa. Dicen unos que el rey lloró y suplicó a sus súbditos
por la vida de su hija, pero que de nada le sirvió, ya que no era el único
padre desconsolado. Cuentan otros que el rey entregó a su hija con valentía y
entereza. Sea como fuere, la joven salió de las murallas y se dirigió hacia su
triste destino.
Cuando el
terrible dragón avanzaba hacia ella, surgió entre la bruma un hermoso caballero
vestido de blanco sobre un caballo blanco que arremetió contra la bestia. El
animal, herido, se sometió al caballero, que le ató al cuello un extremo del
cinturón de la princesa. La dama tomó el otro extremo del cinturón y, para
pasmo de los pobladores de Montblanc, condujo al dragón como a un perrito hasta
la puerta de la ciudad. Allí, a la vista de todos, el caballero remató a la
bestia de un certero golpe de lanza. Dicen unos que el dragón se fundió y fue
absorbido por la tierra. Cuentan otros que un gran charco de sangre se formó a
los pies del caballero. Sea como fuere, en aquel mismo instante creció un rosal
y de sus ramas brotaron rojas rosas. Jorge, o Jordi, o George, o Giorgios, que
es como se llamaba el caballero, obsequió a la princesa con una de esas rosas.
M.Pin.@ 26/4/2016
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